Cecilia Melendez, de Consorcio Heuma: «Hay una industria cada vez más respetuosa y las mujeres están más empoderadas»

Cecilia Melendez fue recientemente galardonada por WIM-Chile como “mujer líder regional”. Es gerente de proyecto en Heuma, consorcio que agrupa a las facultades de Ingeniería de las Universidad Católica del Norte y la Universidad de Antofagasta para el desarrollo del Proyecto Ingeniería 2030 de Corfo, iniciativa que pretende transformar las escuelas que imparten esta disciplina en instituciones de clase mundial.

Consultada por este reconocimiento, señala que lo recibió como un regalo “por visibilizar lo que estamos haciendo, donde los estudiantes son el futuro de los profesionales que la Región necesita; y es grato que vean mi trayectoria, las ganas y los cambios que estamos haciendo, transformando vidas y dando oportunidades”.

Heuma tiene como gran propósito unir las capacidades de la Universidad Católica del Norte y de la Universidad de Antofagasta para formar capital humano. Entre sus iniciativas está el programa regional LIQCAU: Mujeres en STEM, el cual tiene como eje el acompañamiento y promoción inicial de estudiantes mujeres en edad escolar para despertar y fortalecer su interés por carreras vinculadas con ciencias, tecnología, ingeniería o matemáticas. De esto y más conversamos con Cecilia Melendez en esta entrevista.

– Antes de llegar al mundo académico te desempeñaste en terreno en la industria minera. ¿Cómo fue ese paso?

Nací y me crié en Antofagasta. Mis abuelos trabajaron en la salitrera Pedro de Valdivia y mis padres son constructores civiles. Siempre me gustó mucho leer, las matemáticas y la física, por lo cual estuve bien dividida sobre si estudiar derecho o geología. Finalmente, entré a ingeniería civil industrial en la Universidad Católica del Norte. Salí con 24 años de la Universidad y pasé un año por Minera Escondida y después en Cemento Bío Bío, donde me desempeñé como ingeniero de proyecto en el área de construcción de la planta de cal y en una planta de molienda de carbón. Después, migré al área metalmecánica a la fabricación de tolvas en Duratray y Conymet -empresas de la familia Medel- donde estuve siete años y llegué a ser gerente de inversiones.

En ese último trabajo, estuve a cargo de más de 200 trabajadores entre plegadores, torneros, caldereros, soldadores, gente de obra, en general. Una industria bien dura, donde yo era la mujer de acero. Sin embargo, fue un camino bien ascendente con mucha responsabilidad; una gran escuela donde aprendí y crecí promoviendo el talento de las personas. También pude observar el valor social de los cambios que se pueden hacer para miles de familias, dando oportunidades y creyendo en el valor de la gente. Si bien, son cosas que uno trae de la cuna a través de la familia, cuando te enfrentas a la realidad, las abrazas y te enamoras de la justicia social, del valor social, de equidad y de oportunidades, que son como los motores de Heuma.

– Cuándo miras hacia atrás al ambiente laboral minero-industrial. ¿Crees que ha cambiado?

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En general ha cambiado de manera positiva y no sólo por el tema femenino. En esos años, era un trabajo duro, porque no existían tantas leyes laborales que protegieran a los trabajadores. No existía el pago a proveedores a 15 días que a lo mejor ahora se ve normal, pero en ese tiempo era súper complejo. Nosotros trabajamos duro muchas veces sin saber si íbamos a recibir sueldo;  sin embargo, tenía que movilizar a la gente con una tremenda motivación y empuje. Fueron años en que las empresas sufrían momentos de falta de liquidez y de quiebra, donde las mineras pagaban a 60 o 70 días. Y además eran espacios muy masculinizados, donde yo era la única ingeniera en la empresa. 

Pasé muchas navidades y año nuevo trabajando hasta la madrugada en las plantas, para sacar tolvas, que si no entraban a puerto se perdía todo el trabajo ya que estas viajaban a Canadá y tenían que llegar antes de determinada fecha..

LLEGADA AL MUNDO ACADÉMICO

– ¿Por qué cambiaste las operaciones mineras por el mundo académico?

Yo creo que por la “conspiración del universo”. En 2013 decidí ser mamá y la industria minera en mis tiempos no lo facilitaba. No había una política pública de respaldo a la mujer; no se hablaba de conciliación familiar; había un post natal de tres meses, en realidad, siendo mamás dejábamos de ser productivas para el sector minero.

Al mismo tiempo, en el país se habían iniciado estos macro proyectos donde había fondos del Mineduc desde Corfo. Y la verdad, es que la academia funciona muy bien como centro de conocimiento para diseñar y desarrollar proyectos, pero a la hora de ejecutar, hay una cultura académica jerarquizada, donde ‘no va a venir un académico asociado a decir a un académico jerarquizado cómo tiene que hacer su clase o que mejorar’. Así que vieron en mí un potencial de movilización de estos proyectos de inversión y para atraer esos fondos. 

– ¿Con qué proyecto entraste a trabajar en la Universidad Católica del Norte?

Entré en 2013 porque la Universidad Católica del Norte se había adjudicado un proyecto de Mineduc que se llamaba Reinventando las Ingenierías, que buscaba cortar los currículos de la ingeniería civil a cinco años, y apostar por programas de ingeniería más en línea a estándar internacional.

Ahí entré yo, en un ambiente que si bien no era masculinizado, sí existían muchos egos académicos. Entré reconociendo que si bien tenía cero experiencia en proyectos de inversión para la academia, yo era capaz de lograr resultados y metas de cualquier proyecto que tuviese carta gantt y recursos. 

Ese proyecto terminó en 2016 y a mediados del mismo año se nos acercó Corfo regional, para decirnos que la Región de Antofagasta estaba como piloto de descentralización y no podíamos quedar fuera de los programas de Ingeniería 2030, que eran programas habían comenzado en 2013 en otras regiones y no había ninguna universidad del norte involucrada. Esa iniciativa invitaba a hacer consorcios, por lo que comenzamos de cero a diseñar y negociar este proyecto, junto con Alex Covarrubias y Marco Crutchik, directores del proyecto de Ingeniería 2030. 

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Nos adjudicamos el proyecto y se formó el Consorcio Heuma, que significa emprender el vuelo en lengua kunza, y del cual, soy su gerente de proyectos.  

EMPRENDIENDO VUELO

– ¿Cuál es el propósito de Heuma?

Este proyecto tiene como gran propósito unir las capacidades de la Universidad Católica del Norte y de la Universidad de Antofagasta para formar capital humano. Nos complementamos, y la realidad es que podríamos ser aún más fuertes, porque la región de Antofagasta es el motor de desarrollo de la industria que mueve al país. Tenemos la minería metálica, la no metálica, energía, el desierto -laboratorios naturales por sí mismos-  y también astronomía. 

En particular, el programa Ingeniería 2030 busca cambiar la matriz de desarrollo productivo del país, para pasar desde el commodity a más emprendimientos de base tecnológica. 

Llevamos cuatro años en este proyecto y entre ambas universidades tenemos 4.600 estudiantes en la facultad de Ingeniería, 228 estudiantes de posgrado y 160 académicos e investigadores.

– ¿Cuáles son sus principales iniciativas?

Son muchos los programas que tenemos, entre los cuales está el Magíster en Ingeniería Aplicada, que busca vincular a la academia y la industria a través de formación de capital humano con capacidades avanzadas en el ámbito de la ingeniería, desarrollando soluciones innovadoras a problemas reales y complejos de la industria, a nivel nacional y/o internacional. También tenemos el programa de estudiantes Sesiones Heuma, que es dictado por ejecutivos de BHP nacionales e internacionales en 22 sesiones, que transcurren en un año académico y que busca acercar a los estudiantes a la cadena de valor de la industria minera y sus desafíos. Esto forma parte de los currículos de formación complementaria de los estudiantes, y también aspiramos a tener esto como “minor”, porque necesitamos que los alumnos de colegios conozcan la cadena de valor de la industria minera.

Tenemos, además, el programa de Competencias para la Empleabilidad, Apresto, que tiene como objetivo desarrollar habilidades intrapersonales e interpersonales en los estudiantes de último año de ingeniería, y así potenciar su inteligencia emocional, para enfrentar con éxito las situaciones profesionales que les exigen los procesos de reclutamiento y selección de personal. Esto, porque si bien hay un compromiso fuerte de las mineras por emplear a profesionales locales, teníamos estadísticas de que nuestros estudiantes tenían ciertas dificultades en habilidades blandas a la hora de presentarse a las entrevistas finales, por ejemplo. 

PROGRAMA LIQCAU: MUJERES EN STEM

– También tienen iniciativas específicas para el desarrollo de mujeres en STEM. ¿En qué consiste?

El programa regional LIQCAU: Mujeres en STEM tiene como eje el acompañamiento y promoción inicial de estudiantes mujeres en edad escolar para despertar y fortalecer su interés por carreras vinculadas con ciencias, tecnología, ingeniería o matemáticas. El 27% de nuestra matrícula es femenina en las ingenierías, pero cuando voy a las carreras más duras, tenemos un 7% de ingreso de mujeres a ingeniería civil mecánica, ingeniería civil eléctrica, ingeniería en computación e informática. Tenemos  carreras (en estos ámbitos)  en que por tres años no hay mujeres tituladas.

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Este programa lleva dos años y está apoyado por el Gobierno Regional. Nosotros decidimos que para llegar a cambiar las tasas universitarias de mujeres ingresadas en la educación superior teníamos que hacernos cargo de toda la cadena. Así que tenemos que intervenir desde la enseñanza preescolar, escolar, enseñanza media y enseñanza universitaria para titular a las futuras líderes que la industria necesita. Por lo anterior, ofrecemos un diplomado con enseñanza con perspectiva de género, para docentes de establecimientos escolares;  son 17 los escogidos entre los que nos entregan más matrículas femeninas a la Universidad Católica del Norte.

– ¿Por qué consideran que hay tan pocas mujeres interesadas en estudiar carreras STEM?

Se da por varias teorías, pero en general, por falta de referentes femeninos y por el sesgo que tienen las chicas entre los 9 y 15 años, que dicen que no sirven para las matemáticas. Y por la instalación de paradigma que las carreras de ingeniería las dibujamos con casco y con hombres. 

– Y una vez trabajando ¿Cómo evalúan los resultados de las mujeres en cargos de liderazgo?

Creo que el liderazgo femenino, en general, es diferente. No quiero decir que es mejor o peor, pero sí es claro que no se gobierna por los egos y es feliz cuando se logran las metas. Tenemos capacidad de liderar, el “tirar la carreta”; pero también la capacidad de ser líder y seguidor, así como de convertirnos, de transformarnos.

Creo que el liderazgo femenino es único. Pienso que las mineras con esta gran meta de 50% han permitido visibilizar eso; han permitido hacer de motor de tracción para que los hombres también puedan entenderlo, visibilizar y empezar a valorarlo.

– ¿Cómo ves el futuro de la inclusión femenina en general?

Creo que el tema ya está encausado. Las que somos de otra generación miramos atrás y recordamos que en las faenas no había baño para mujeres, que debíamos ser vistas como hombres, para ser validadas; para las chicas de ahora es diferente. Yo veo a los estudiantes y es otra realidad: es de respeto. 

Hay una industria cada vez más respetuosa, y las mujeres están más empoderadas. Ya no hay que adaptarse a un mundo masculinizado como antes; se entiende el valor de los equipos diversos. Todavía hay muchas cosas por hacer, pero vamos bien.