Ambas técnicas permiten valorizar minerales de baja ley, reduciendo costos y huella ambiental. La biolixiviación, apoyada en bacterias, proyecta mayor sostenibilidad y eficiencia.
Chile enfrenta el desafío de mantener su liderazgo como principal productor mundial de cobre, y en ese camino destacan dos tecnologías que marcan la pauta hacia una minería más competitiva y sostenible: la lixiviación y la biolixiviación.
La lixiviación química se basa en la disolución de metales mediante reactivos como ácido sulfúrico, cianuro o amoniaco. Este proceso ha probado su eficacia en faenas como Minera Escondida y Codelco Chuquicamata, al permitir procesar minerales de baja ley con menores costos de inversión, ahorro energético y resultados metalúrgicos competitivos.
Por su parte, la biolixiviación emplea microorganismos que facilitan la disolución de metales a través de sus procesos metabólicos. Esta técnica emergente destaca por su capacidad de reducir hasta en un 30% las emisiones de CO₂, además de disminuir significativamente el consumo de agua y reactivos, lo que la convierte en una alternativa más sustentable, aunque aún en etapa de consolidación industrial.
Cristian Garrido, director de Tecnologías de Procesamiento de Minerales de Fluor, explicó que “los clientes tienen hoy la oportunidad de desarrollar un negocio con sulfuros de baja ley, que representan pasivos ambientales rentables y de baja inversión frente a plantas concentradoras, permitiendo capturar los precios actuales del cobre en plazos más cortos”.
Las ventajas económicas de la lixiviación incluyen costos operativos más bajos, un ahorro energético de hasta un 60% frente a la flotación y fundición, e inversiones de capital hasta 40% menores que las plantas concentradoras. En tanto, la biolixiviación puede alcanzar recuperaciones superiores al 90% en minerales complejos, con menor uso de agua y una huella ambiental reducida.
Según un informe de Cochilco, en 2024 los procesos hidrometalúrgicos (lixiviación y biolixiviación) representaron cerca del 22% de la producción nacional, equivalente a más de 1,2 millones de toneladas de cobre fino, valorizando recursos que antes eran considerados estériles.
Los avances en biotecnología y monitoreo digital —como el control de temperatura, pH y flujos en pilas de lixiviación— refuerzan la eficiencia y confiabilidad de estos procesos, abriendo espacio para nuevas inversiones y alianzas entre industria, academia y startups.
Si bien la demanda global de cobre aún depende en gran medida de grandes concentradoras, la incorporación de la lixiviación y la biolixiviación resulta esencial para consolidar la minería del futuro en Chile.