Por Paula Arenas, directora Ejecutiva de Compromiso Minero
En los últimos años, Chile ha avanzado de manera significativa en la incorporación de más mujeres en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), una tendencia que está fortaleciendo nuestro ecosistema de innovación y contribuyendo a la transición energética que el país necesita.
Este progreso no es casualidad. Diversas instituciones adherentes a Compromiso Minero han impulsado iniciativas concretas que están abriendo puertas y generando cambios culturales profundos.
AIEP, por ejemplo, ha logrado un crecimiento notable: su matrícula femenina en carreras STEM ha aumentado más de 60% en pocos años. Becas, apoyos económicos y programas orientados a derribar barreras históricas han permitido que más mujeres accedan a áreas como energía, automatización, programación y minería.
En regiones, la Universidad de Antofagasta también ha sido un motor de transformación. Sus programas para acercar la ciencia y la ingeniería a niñas y jóvenes desde etapas tempranas han dado frutos: hoy, las mujeres representan más del 50% de la matrícula en sus carreras STEM, evidencia de un cambio sostenido y estructural.
La Pontificia Universidad Católica avanza en la misma línea. Su Departamento de Ingeniería de Minería ha alcanzado cifras inéditas de participación femenina gracias a iniciativas de exploración vocacional, acompañamiento y liderazgo pensadas para ampliar oportunidades reales.
Los resultados muestran que cuando las instituciones generan condiciones favorables como apoyo, orientación, financiamiento y espacios inclusivos, la participación de las mujeres crece de manera consistente. Incluir a más mujeres en sectores como minería, automatización, energías renovables o ciberseguridad no solo es un avance en equidad: es una estrategia para fortalecer la innovación, la competitividad y la resiliencia del país.
Y aunque estos avances son significativos, el desafío continúa. El impulso hacia un Chile más diverso en el ámbito científico y tecnológico requiere un esfuerzo colectivo: políticas públicas que habiliten cambios estructurales, instituciones formativas que sigan ampliando oportunidades y empresas que promuevan entornos laborales inclusivos.
Chile se está moviendo hacia un ecosistema científico y tecnológico más diverso. Un paso decisivo para construir un futuro sostenible, inclusivo y preparado para los desafíos del siglo XXI.
