Cristián Valdivieso, emprendedor y premio Avonni 2017 en minería: “El principal insumo de la innovación es la libertad”

Con 21 años de experiencia laboral vinculados a la gran minería, liderando proyectos de optimización ágiles para empresas nacionales y extranjeras, utilizando la tecnología, transformación digital e innovación para lograr objetivos y metas, Cristián Valdivieso puede hablar con dominio sobre este tema.

Así lo ratifica, además, el que obtuviera el Premio Nacional de Innovación en Minería y Metalurgia, Avonni 2017.

“El principal insumo de la innovación es la libertad, la cual se pierde cuando hay un solo gran actor, y que más encima sería el Estado”, afirma en esta entrevista, en la cual abordamos el aporte de esta industria al desarrollo del país, y los cuestionamientos que hoy enfrenta.

– A tu juicio ¿cuán innovadora es la minería en Chile? ¿Has visto una evolución?

¡Hay mucha innovación! Chile tiene el ‘mejor – peor’ escenario para hacerlo: condiciones extremas, conectividad, equipos de todos los tamaños, clientes difíciles, entre otros factores, que generan un medio ambiente propicio. Pero lo procedimental restringe las pruebas y los resultados; falta la ambición de ‘prototipar’ (hacer pruebas con prototipos) y poder fallar en ‘riesgo controlado’.

Hemos tenido una evolución, pero baja. Nos falta aceptar estos dolores y abrirnos a reconocer y solucionar con know how chileno.

– ¿Tener una industria minera de clase mundial, ha contribuido a generar un talento nacional más sofisticado e innovador, orientado a ese ámbito?

Absolutamente. Sin la inversión extranjera no habría nacido la minería, no se habría requerido de carreras relacionadas, ni la colaboración con las otras ramas. Hay que tener presente que la minería necesita prácticamente de todas las profesiones que tenemos en el país.

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La llegada de estas empresas ha hecho posible el círculo virtuoso de un medioambiente propicio para emprender, aprender e innovar. El aporte de actores extranjeros ha sido el origen de que tengamos minería en nuestro país; llevándola actualmente al ‘estado del arte’ a nivel mundial. Esto es algo que comprobé al trabajar fuera de nuestro país; nos ven como referentes indiscutibles en minería para el resto del mundo.

– ¿Cómo describirías al ciudadano que no conoce esta actividad, el ecosistema que existe en torno a las compañías mineras, y su relevancia?

La minería es un gran caldo de cultivo, dado que tenemos el escenario y la gente para resolver problemas que no se dan en otros entornos; estas soluciones no solo se pueden crear en Chile, también es posible exportarlas.

El extractivismo es una doctrina, parte de una fe, que cree que se está sustrayendo la riqueza (del país). Para confrontralo, debemos partir con el análisis económico: los cerros están llenos de materiales, pero si no sabes cuáles son, no investigas, no sondeas, no los vas a descubrir y, por lo tanto, no valen nada.

Por eso, es relevante la inversión extranjera, la cual se ha reflejado en equipos, infraestructura y conocimientos que no existían en el país, desde la época del salitre en adelante. Sin ese aporte, no habríamos creado riqueza al sacar los distintos materiales presentes en nuestro territorio

Por otro lado, la cantidad de empleo, de negocios que se hacen, los aportes a la educación, los impuestos que generan todas las empresas del ecosistema, son realmente un pago mayor a lo que valen los recursos extraídos; y que sin esa inversión, no crean valor ni tienen riqueza.

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– En ese sentido ¿Qué respondes a las críticas de que la minería solo exporta minerales y no aporta valor agregado ni al desarrollo tecnológico de Chile?

Esa visión es parte del “terraplanismo” económico de muchos chilenos. Para mí, el  ‘valor agregado’ es el ecosistema.

Ahora bien, si lo ponemos en ‘mandar cobre y comprar radios’, como decía un humorista, tendríamos que resolver algunos temas, antes de poder desarrollar esos productos. Por ejemplo ¿Podríamos hacer la inversión? Lo dudo. Además, tendríamos que superar trabas burocráticas, la distancia de los centros donde se requiere el producto, las economías de escala… Son demasiados los factores, siendo que la comercialización te aporta mejor margen y menos problemas. De dónde sacamos las máquinas, componentes e investigación, por mencionar algunos puntos  relevantes, para hacer una batería de litio; una batería en la cual solo el 2% es litio. Si fuera viable, un privado ya lo estaría haciendo.

Cuestionamientos a la industria minera

– ¿Qué opinas del cuestionamiento que se está dando al modelo que tenemos de industria minera? ¿Cuál crees que sería el impacto de una eventual nacionalización?

Sería lamentable caer en dicho error; le daríamos el trono a los otros países, ya que nacionalizar significa dejar la minería al peor gestor, junto con apropiarnos de la inversión privada.

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Adicionalmente ¿Cuál es el costo de oportunidad de un recurso escaso, como el dinero? ¿Qué dejaríamos de hacer en responsabilidades básicas del Estado, para destinar esos fondos a la minería? ¿Quién lo hará? Si expropias la Coca Cola, te quedas con la fábrica, pero no te van a dar la receta.

Por dónde se mire, no es buen negocio. Además, si eso ocurre, tendrían que nacionalizar también a los proveedores, de lo contrario, no sé de dónde se sacarían los repuestos o insumos que vienen desde fuera, y a qué costo llegarían. Sería simplemente un desastre.

– Tener un solo gran actor, el Estado ¿podría afectar a los proveedores mineros, en particular a los nacionales y que apuntan a la innovación?

Si ya los privados no funcionan correctamente, un monopolio estatal lo único que haría es comerse a los proveedores y eliminar toda posibilidad de innovar. El principal insumo de la innovación es la libertad, la cual se pierde cuando hay un solo gran actor, y que más encima sería el Estado.

Los innovadores serían los primeros en dejar el país, por no tener la certeza de poder vivir de su innovación vía emprendimiento, ya que no habría mercado más que el Estado.

– ¿Qué llamado harías a los convencionales?

Mi llamado iría a los ciudadanos del país, quienes tienen la responsabilidad de aceptar o no, lo que se está planteando por la Convención; el deber cívico de informarse.